La Ley de Eutanasia en España abre un peligroso sendero a la multiplicación de los «homicidios por amor». Nuestra sociedad padece las terribles consecuencias de lo que ya advirtieron los últimos Santos Padres, del avance del mal disfrazado de «relativismo moral».
Y es que el mal se ha empeñado en ser discutible, cuando no reconocido como bien, y ahí es donde reside, fundamentalmente, el peligro de la situación que estamos creando. Gracias a que ha encontrado a una clase política sin fundamento moral alguno (no hay más que ver los discurso de los Comunistas en Portugal, que por muy Comunistas que sean, mantienen un fuerte sustrato moral), el mal, previamente diseñado por órganos supranacionales como la ONU, avanza sin que nada ni nadie le haga ningún tipo de oposición.
Médicos y Enfermeros se convertirán en verdugos necesarios de los descartados de la sociedad.
Hasta ahora no cabía la menor duda que suicidarse, quitarse la vida, era un sinónimo de fracaso social, y por ello, consecuentemente, las sociedades occidentales han puesto su empeño en las últimas décadas en lanzar planes nacionales contra el suicidio. Pero he aquí que llegamos a un punto de la historia en la que empezamos a reconocer que el suicidio, en según que condiciones, es, cuando menos, lógico y normal, tanto que debe ser regulado y facilitado por el estado en condiciones que permitan al suicida hacerlo en las mejores condiciones posibles.
Cuidar o Matar, esa es la cuestión.
Este es otro gran «avance» que esta norma traerá consigo. Las profesiones sanitarias (Médicos, Enfermeros, etc) ya no tendrán una misión social de curar a los enfermos, acompañarlos en su sufrimiento y paliar su dolor; No, ahora se abre una nueva misión al campo médico que incluye matar al que sufre, eso si, para que nadie se asuste, matar por compasión.
Por tanto, una vez que se apruebe la Ley, lo primero que deberán hacer es revisar las condenas de los diferentes «ángeles de la muerte» que ha habido recientemente en España. Enfermeros o médicos que han acabado con la vida de cientos de pacientes por compasión, porque sus vidas ya no eran vidas, e incluso deberían recibir algún tipo de reconocimiento social, pues han sido unos avanzados a su tiempo.
Si Hipócrates levantara la cabeza, seguramente optaría por no transmitir sus conocimientos a personas que, guiados más por el rendimiento económico de su profesión que por una verdadera vocación, serán capaces de aceptar una imposición ideológica y normativa que los convertirá en verdugos, cómplices necesarios de una sociedad a la que la enfermedad, el sufrimiento y la vejez asusta tanto que, no contenta con crear espacios donde estabular a viejos y lisiados, ha encontrado al fin un camino para convencerlos de que, antes que convertirse en una molesta carga y sufrir innecesariamente, lo mejor que pueden hacer es pedir que alguien los mate por compasión.
Pero no nos rasguemos las vestiduras, ¿o acaso podríamos esperar otra cosa de una sociedad que, a la vez que hace campañas de integración de personas ya nacidas como los Sindrome de Down, los mata y elimina, antes de que nazcan mediante el aborto, para evitar seguir teniendo que hacer ese tipo de esfuerzos? Pues eso, mas hipocresía y cinismo hecho Ley, sustentado gracias al silencio interesado de los colectivos que, como los Colegios Profesionales de Médicos, hacen bueno aquel dicho sobre los perros obedientes, que no muerden la mano del que les dá de comer.
Todos tienen su razón.Yo desde la fe daré la mía: la eutanasia es un pecado contra el Espíritu Santo, Seññor y Dador de vida, y ya nos advirtió Cristo sobre la especial gravedad contra estos pecados.