Actualmente pocos países disponen de una legislación permisiva, pero allí donde existe se verifica su creciente estandarización y ampliación, lejos de la excepcionalidad («enfermedades muy graves») con la que el mismo Sánchez la justificaba), como podemos ver en este reportaje de RELIGION EN LIBERTAD. En Bélgica, muchos neonatólogos piden la puesta en marcha de la eutanasia activa (con inyección letal) en recién nacidos. En Holanda, se puede pedir la eutanasia por las normales dolencias debidas a la edad. En Australia piensan ya en limitar la objeción de conciencia. Y después está el Reino Unido de los pequeños Alfie, Charlie e Isaiah, recordándonos que la mentalidad de la eutanasia se está difundiendo con rapidez, con toda su carga de muerte y desesperación. Es el análisis de Ermes Dovico en La Nuova Bussola Quotidiana:
Australia, Bélgica, Canadá, Holanda, Reino Unido, y la lista podría continuar. Cinco países, de una parte a la otra del mundo, que demuestran cómo la mentalidad de quiénes apoyan la eutanasia se está difundiendo con rapidez, a veces también en ausencia de una ley específica, como en el caso inglés, donde bastó la adopción de un protocolo médico en varios hospitales (el denominado, «protocolo de Liverpool», luego sustituido por directrices aún peores) para convertir en habitual la eutanasia en las últimas dos décadas: primero en enfermos terminales, después en personas con discapacidad, ancianos o recién nacidos. Incluso sin petición explícita, como nos recuerdan los casos de los pequeños Charlie Gard, Isaiah Haastrup y Alfie Evans, convertidos en noticia -entre quién sabe cuantos más- sólo por la rebelión de sus padres.
Presentamos algunos datos y hechos recientes de estos cinco países, que deberían hacer reflexionar a todos aquellos que, en Italia, desde los Radicales al Tribunal Constitucional, desearían ampliar la ya eutanásica ley del testamento vital (declaración anticipada de tratamiento) para incluir en ella el suicidio asistido.
Australia
Aquí, el Estado de Victoria ha legalizado la eutanasia en 2018, pero el debate está abierto también en otras partes del país y se manifiesta en posiciones cada vez más extremas. En Queensland, por ejemplo, el presidente del Comité por las libertades civiles, Michael Cope, dijo en una comisión parlamentaria que la voluntad de los «menores maduros» de ser sometidos a eutanasia tendría que ser respetada.
¿Cómo de maduros? Incluso niños de 12 años o poco más. «Definimos un menor maduro como el niño de más de 12 años de edad que… tiene una comprensión e inteligencia suficientes para permitirle comprender plenamente lo que se le propone», ha afirmado Cope, añadiendo la habitual serie de matices para que no se perciba el veneno en la comida. Es interesante observar que Cope ha dicho que se inspira en los casos de Bélgica, donde tres menores han pedido la eutanasia desde 2014, y de Holanda, donde los menores asesinados por propia voluntad serían 12 desde 2002. En su opinión, además, un médico no debería verse obligado a practicar la eutanasia, pero tendría que remitir al paciente a un colega dispuesto a ofrecer el «servicio»: en resumen, la idea es limitar la objeción de conciencia.
Bélgica
La eutanasia se despenalizó en 2002 para los mayores de edad con una enfermedad terminal, ampliando después sus tentáculos mortales. En 2014 se extendió a los menores «capaces» de pedirla. Además, el consentimiento del paciente ya no se considera necesario por parte de muchos médicos y, a veces, por parte de los mismos enfermeros, que proceden autónomamente. Basta recordar el estudio publicado en el New England Journal of Medicine, donde se indicaba que el 1,7% (más de mil) de las muertes registradas en 2013 en la región de Flandes había sucedido sin petición expresa. Un porcentaje parecido, el 1,8%, se observó en el año 2007, siempre en referencia a Flandes, en otro estudio publicado en el Canadian Medical Association Journal, que confirma una tendencia ya arraigada.
Por el último informe público sobre la eutanasia se sabe, además, que en 2018 se declararon 2.357 casos (de los cuales, 83 correspondían a personas con simple malestar psíquico), que equivalen a un incremento del 147% respecto a los 953 casos de 2010.
Y la deriva no acaba aquí, porque muchos neonatólogos están pidiendo ahora una modificación de la ley para poder practicar la eutanasia activa en los recién nacidos; es decir, aplicándoles la inyección letal. Entre los defensores de esta modificación está Wim Distelmans, médico implicado en diversos casos extremos de «muerte dulce» y, a pesar de ello, copresidente del comité de control belga sobre la eutanasia: «Todo aquel que ponga fin activamente a la vida de un recién nacido puede ser acusado de infanticidio. Esto difiere mucho de los Países Bajos, donde hay un protocolo en vigor. Allí, cuando se cumplen todas las condiciones para poner fin a una vida, la acusación es rechazada».
Será así, pero la cuestión es que estamos hablando de infanticidio. Distelmans está apoyado por el político Jean-Jacques De Gucht, promotor de la ampliación de la normativa de 2014, y que hoy en día dice: «Ya se hace en los hospitales, lo que pasa es que nos falta un marco legal para esto». Es inútil decir que lo que siempre se utiliza como excusa es la falsa idea de «compasión».
Canadá
Eufemísticamente llamada Medical Assistance in Dying (MAID: muerte médicamente asistida), incluye tanto la eutanasia como el suicidio asistido, y es legal en todo el país desde junio de 2016. Limitándonos a los primeros dos años completos desde la aplicación de la nueva ley, en 2017 hubo 2704 «muertes asistidas» oficiales; en 2018, según cuanto ha referido en marzo del año pasado Jocelyn Downie, una activista pro eutanasia, hubo 4235. Un aumento de más del 56%. Según Downie, todos los pacientes que se han beneficiado -es una manera de hablar- de la muerte médicamente asistida cumplían los requisitos previstos por la ley. Pero como indica el activista provida Alex Schadenberg, los datos la desmienten: el informe provisional para la provincia de Québec indica que el 3% de los casos, equivalente a 19 personas, no cumplían los criterios establecidos; cinco de estas personas no tenían una «enfermedad seria e incurable» y dos no estaban en situación terminal.
Holanda
Tras la despenalización en 2002 de la eutanasia para los mayores de edad, le siguió el Protocolo de Groning, aprobado en 2005 por la Asociación de Pediatras de Holanda, con el que se daba la posibilidad a los menores con edades comprendidas entre los 12 y los 16 años de pedir la eutanasia con el permiso de los padres. Se ha pasado de las 1882 personas asesinadas con la muerte asistida en 2002 a las 6585 de 2017, un incremento de casi el 250%. En el mismo año, unos 1900 holandeses obtuvieron el suicidio asistido, mientras que otros 32.000 murieron con sedación extrema, con el resultado de que una cuarta parte de las muertes ocurridas en los Países Bajos en 2017 (casi 150.000) son el resultado de la difundida mentalidad eutanásica.
Si al principio el requisito para la eutanasia era ser un enfermo terminal, hoy se puede pedir por una variedad enorme de razones, desde la demencia a la depresión o los normales achaques debido a la edad. El código de conducta de 2018, elaborado por la comisión de control de la eutanasia, prevé de hecho que un paciente que «quiera recibir la eutanasia […] no tiene necesariamente que estar afectado por una patología terminal. La suma de las dificultades típicas de la vejez como problemas de vista, de oído, osteoporosis, artritis, problemas de equilibrio, declive cognitivo, pueden causar sufrimientos insoportables sin perspectivas de mejoría». Basta una sola de estas condiciones para autorizar la eutanasia y, además, en el documento se subraya que el criterio para valorar el sufrimiento «insoportable» hay que considerarlo «totalmente subjetivo», es decir, que depende de la percepción del paciente. A esto hay que añadir que también en la super progresista Holanda la idea de autodeterminación es una ilusión: en 2015 un estudio reveló que, en ese año, había habido 431 casos de eutanasia no solicitada.
Reino Unido
En el país donde se cumple un año de la muerte del pequeño Alfie, que subió al Cielo el 28 de abril de 2018 tras haber sido «eutanasiado» por el Estado, la agenda eugenésica avanza. Entre los últimos hechos que hay que señalar está la dimisión del presidente del comité ético del Royal College of Physicians (RCP, Colegio Real de Médicos), Albert Weale, que ha decidido dejar el cargo después de que la importante asociación de médicos cambiara su posición respecto a la eutanasia, que ha pasado de ser «contraria» a «neutral» tras una votación entre los miembros -la tercera desde 2006- definida en los ambientes provida como una «falsedad», vistas las reglas, cambiadas a propósito para aprobar la posición neutral, minoritaria (ver aquí y aquí): respondió sólo el 25%, de los cuales el 31,6% era favorable a la eutanasia y el 43,4% contrario. Weale, en ruptura con el RCP, ha dimitido junto con otros dos miembros del comité ético y ha definido «injusto» el procedimiento del sondeo. La posición neutral del RCP es claramente útil para los defensores de la eutanasia, que podrían aumentar su presión sobre los parlamentarios ingleses, para así llegar a una ley, por ellos deseada, y que empeoraría ulteriormente la situación.
En resumen, podemos decir esto: el tristemente plano inclinado que ve a una sociedad precipitándose en el abismo de la normalización de actos malvados, extendiéndolos progresivamente también al uso de un lenguaje engañoso («muerte dulce», «muerte compasiva», «mejor interés del paciente», «autodeterminación», etc.), funciona por doquier, y sólo una marcha atrás cultural (lo que puede suceder sólo si volvemos a Dios), puede detener y cambiar sus efectos.
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